viernes, 8 de febrero de 2013

Capítulo 1: Tierra III

En el año 2196 los radiotelescopios de base de observación Moon Predator II, situada en la Luna, recibieron una débil señal de radio procedente del espacio. El emisor de la señal se identificó a los 3 minutos del inicio de la recepción. Para sorpresa de los ingenieros encargados de la base y de la estación de control en la Tierra, la señal procedía de la sonda espacial
Voyager 1, olvidada desde hace siglos.

La Voyager 1 fue lanzada el 5 de septiembre de 1977, doscientos diecinueve años antes de la recepción de la señal. La sonda dejó de emitir señales a comienzos del siglo XXI, ya que al otro lado de los límites del Sistema Solar la energía que llegaba desde el Sol era tan débil que sus paneles dejaron de cargar las baterías, sus circuitos dejaron de funcionar y finalmente y tras un pequeño homenaje a los ingenieros que la diseñaron, cayó en el olvido como se olvidaron los nombres de aquéllas audaces embarcaciones que siglos atrás descubrieron el mundo.

Se comprobó que la Voyager 1 entró casi 6 años atrás en el sistema solar de la Estrella de Barnard, situada a 5,96 años luz de la Tierra. 6 años atrás los paneles de la Voyager 1 volvieron a recibir la radiación necesaria como para suministrar electricidad a los viejos circuitos de la tenaz sonda, y ésta retomó su tarea como si el tiempo no hubiese pasado. Observó y transmitió. Tras el descubrimiento de la reactivación de la Voyager 1, varios radiotelescopios de la base Moon Predator II fueron modificados para hacer seguimiento a la débil señal que llagaba del espacio profundo, allá donde la sonda realizaba su trabajo.

62 años más tarde, en el año 2258, la sonda dio otra sorpresa a los ingenieros encargados de su seguimiento, revelando la existencia de un planeta con una masa y temperatura de superficie similares a las de la Tierra. El planeta se encontraba en la llamada por los astrónomos zona habitable, lo que implicaba una distancia de su sol que permitía que en su superficie hubiese agua en estado líquido.

Así se cumplía con el anhelo histórico de los astrónomos de todo el mundo. El descubrimiento del primer planeta extrasolar con posibilidades de albergar condiciones de vida.
En el 2275, diecisiete años más tarde, se lanzó otra sonda, la Voyager Tribute, esta vez dotada con un sistema de propulsión atómico, camino al planeta descubierto, que fue bautizado con el nombre Owen 380, por su descubridor. La nueva sonda debía colocarse en órbita del planeta y lanzar un pequeño robot a su superficie, que exploraría y analizaría el planeta, enviaría sus datos a la sonda, y ésta los replicará a la tierra.

En el 2392, ciento diecisiete años más tarde, la Voyager Tribute entró en el sistema solar de la Estrella de Bernard, y dos años después se situó en una órbita geoestacionaria de Owen 380. Cinco días más tarde el robot que la sonda llevaba en sus entrañas aterrizó en el planeta y comenzó su reconocimiento.

No sólo Owen 380 tenía agua, sino también seres biológicos. Plantas y bacterias poblaban el planeta. El ochenta por ciento de la superficie era un gran desierto de roca, pero el veinte por ciento restante poseía grandes lagos, ríos, y formaciones vegetales que tupían la el planeta de una alfombra verdosa que regulaba la temperatura y la humedad de forma eficaz. Las lluvias eran escasas, pero las tormentas, cuando se producían, eran prodigiosas. La atmósfera poseía un 11% de oxígeno, pero se compensaba con una atmósfera más densa, lo que hacía el aire respirable para el ser humano.

La noticia conmocionó a los científicos y la euforia se desató entre los gobiernos del sistema solar. Mientras la Voyager Tribute continuaba enviaba datos y se iba conociendo más datos de Owen 380, se hacían planes para llevar a seres humanos a aquél planeta.

Los noticieros hablaban constantemente de estos proyectos. Se calculaba que una nave espacial equipada con la última tecnología en motores espaciales podría tardar 80 años en llegar al sistema solar de la Estrella de Bernard. Se invirtieron cantidades ingentes de dinero en investigación espacial para lograr sistemas de navegación espacial que redijesen el tiempo del viaje. Las inversiones en los programas de investigación, que inicialmente fueron extraordinarias, se fueron poco a poco agotando ante la ausencia de resultados. Poco a poco las noticias procedentes de Owen 380 dieron paso a los deportes, la moda y los chismorreos.
Para cuando el pequeño robot de la Voyager Trubute dejó de funcionar, las poblaciones humanas ya habían olvidado la Estrella de Bernard y su prodigioso planeta.

En el año 2662, doscientos sesenta y ocho años después de que la Voyager Tribute comenzase a enviar sus primeros registros de Owen 380, tuvo lugar uno de los descubrimientos científicos más importantes de la historia de la humanidad. El hipersueño permitía someter a un ser humano a un proceso de ralentización de sus constantes vitales hasta tal punto que en este estado, por cada 100 años del calendario, su organismo envejecía sólo uno.

Poco tiempo más tarde se comenzó a hablar de las posibilidades que esta tecnología tenía para viajes espaciales de larga duración. Se reabrieron nuevos proyectos de exploración espacial, y uno de ellos fue precisamente la colonización de Owen 380.

El proyecto fue llevado discretamente al principio entre sus promotores, sietede los ciento cincuenta y siete gobiernos de la Tierra que se plantearon seriamente la expansión de la humanidad fuera de nuestro sistema solar.
El desarrollo de la ingeniería de la nave se realizó en secreto y llevó cincuenta y nueve años de trabajo. Finalmente el proyecto vio la luz, y fue en ese momento cuando se solicitaron fondos a los organismos mundiales terrestres para construir una nave espacial que tenía que trasladar a más de cinco mil seres humanos y un millón trescientas mil toneladas de equipos, material y
alimentos y agua como para garantizar la supervivencia de los cinco mil colonos en Owen 380 durante el tiempo necesario como para que la colonia fuese completamente sostenible y autosuficiente.

Diez años costó organizar la ejecución del proyecto. Se ampliaron los astilleros donde se construían los grandes cargueros que iban y venían a Marte, situados en una órbita geoestacionaria a treinta y seis mil kilómetros de la superficie terrestre. Se diseñó la arquitectura y la ingeniería de la implantación extraterrestre, donde los cinco mil colonos iban a vivir por tiempo indefinido en Owen 380. Se diseñaron dietas específicas para el viaje y para los primeros años de estancia en el planeta, sistemas de producción de alimentos, sistemas de organización social adaptados a las condiciones de vida de la colonia, perfiles sicológicos de los colonos y un largo etcétera para garantizar que nada saliese mal.

Mientras, una nueva sonda, la Voyager Tribute II fue lanzada para reconocer de nuevo el planeta y determinar exactamente el lugar de aterrizaje e implantación de la colonia. Se decidió cambiar de nombre a Owen 380, ya que no se consideró aceptable que el nuevo hogar de los cinco mil seres humanos que iban a hacer el viaje histórico más importante de la historia del mundo se llamase como otro ser humano, por mucho que fuese su descubridor.

Se decidió que el nombre debía ser Tierra II. Pero hubo que cambiar inmediatamente este nombre por Tierra III, ya que los colonos de Marte, que llevaban viviendo en aquél planeta ya varios siglos, consideraron que si debía haber algún planeta con el título de Tierra II, éste debía ser Marte, y no Owen 380. Semejante nave recibió el nombre de Copérnico, en homenaje al astrónomo del siglo XVI.

Setenta años costó llevar todo lo necesario a los astilleros, construirla y equiparla. En los últimos años de su construcción hubo que cambiar algunas estrategias de diseño social, ya que no fue fácil encontrar familias dispuestas a arriesgar las vidas de sus hijos en semejante viaje, más aún cuando las exigencias sicotécnicas de los adultos eran muy estrictas, y de un perfil muy concreto. Existían muchos candidatos adultos, pero la gran mayoría eran solteros o parejas no proclives al cuidado de niños. Curiosamente los solteros mostraban menos reticencias a hacerse cargo de menores de edad que las parejas.

Se decidió reclutar a niños y jóvenes huérfanos de un amplio rango de edades, a cargo de instituciones que los cuidaba y los educaba. La medida fue muy polémica ya que muchos sectores sociales pensaban que nadie debía decidir por ellos un destino tan peculiar y nada exento de riesgos. No obstante primó la opinión de que debía garantizarse el éxito de la misión por encima de todo, más aún cuando la inversión realizada había absorbido el ocho por ciento de los recursos de la humanidad a lo largo del último siglo.

Los adultos sin pareja se harían cargo de uno o dos (hermanos preferiblemente) niños o jóvenes, en función de sus preferencias. Así se diseñaron unidades familiares de tal forma que sus miembros se conocieron tres meses antes del embarque, tras lo cual los menores de edad se sometían al programa de entrenamiento en compañía de su nuevo padre o madre.

La nave Copérnico partió hacia la Estrella de Bernard el 19 de marzo de 2814.